Ahora que ha llegado el verano, debemos proteger nuestros cigarros de una minúscula pero incómoda enemiga: la Lasioderma serricorne.
También llamado escarabajo del tabaco, aparece cuando la temperatura de almacenamiento supera los 20°C. Aunque inverna en forma de larva, en condiciones climáticas favorables se puede desarrollar durante todo el año. Por eso es muy importante que nuestro humidor (o almacén) disponga de una adecuada ventilación, evitando la fatal combinación de alta humedad y temperatura que faciliten el desarrollo de este diminuto coleóptero.
Se puede saber si un puro está infectado cuando se observan pequeños agujeros y galerías en las hojas externas o internas del mismo. El insecto, durante su corto período de vida (de dos a seis semanas), alcanza un tamaño de hasta 3,5 mm. Si se observa que los cigarros están dañados, deberán sacarse inmediatamente del humidor, examinándolos meticulosamente uno a uno y separando los que están infectados de los que no. Una vez realizada esta tarea, se pueden volver a colocar los cigarros no afectados previa limpieza del humidor, evitando que no queden huevos o larvas en su interior.
Para asegurarse de que no hay ninguna larva dentro de los cigarros, se pueden colocar los puros en el congelador durante 48 horas, protegiéndolos muy bien de cualquier aroma. Tras ese período de cuarentena en el congelador, la mejor manera de evitar la ruptura de las hojas externas de los cigarros es metiéndolos en la nevera durante dos horas, para que el cambio de temperatura sea más gradual antes de volver a introducirlos en el humidor. No es recomendable almacenarlos en neveras debido a los bajos niveles de humedad.
Nunca debemos emplear pesticidas ni sustancias químicas para limpiar el humidor, pues corremos el riesgo de que el olor se quede en el interior del mismo y, por tanto, altere el sabor de nuestros preciados puros.